Archivo de enero 2010

Carlos Rojas: el mas cercano y querido vecino

enero 31, 2010

A sólo seis kilómetros de Jovellanos está Carlos Rojas, al cual muchísimas personas guardan especial cariño, respeto y devoción; me honra ser parte de ellas. A este poblado me unen vínculos tan estrechos como irrompibles.

Pequeño en extensión territorial y demográfica posee larga y rica historia.  Se le reconoce con vida propia desde 1765 en que se designa con el nombre de Cimarrones* porque en sus tupidos y abundantes bosques se refugiaban los esclavos que huían de las crueldades a que les sometían en los numerosos ingenios y trapiches, fincas y plantaciones cañeras de la región central de la que posteriormente se denomina provincia de Matanzas.

En 1819 se construyó su primera iglesia que poco después se eleva a la categoría de parroquia bajo la advocación de la Virgen del Pilar, santa patrona del territorio.

El territorio de Cimarrones y su poblado cabecera cambian su nombre en honor a Carlos Rojas Cruzat, General de División del Ejército Mambí. Foto tomada de la Enciclopedia de Cuba.

Se convierte en municipio con su ayuntamiento en 1879. En 1902 se le suprime ese rango para restituírsele en 1910. Por aquel tiempo se le cambia su nombre por el actual en homenaje al general de división del Ejército Libertador Cubano, el destacado patriota Carlos Rojas Cruzat, quien nacido en Cárdenas, combatió en repetidas ocasiones contra fuerzas españolas  en la zona de Cimarrones durante la Guerra de Independencia.

En 1975 se le vuelve a quitar la jerarquía de municipio, su poblado cabecera y gran parte de su territorio pasan y se mantienen hasta hoy  bajo la jurisdicción de Jovellanos.

Carlos Rojas fue tierra de independentistas. Basilio Tosca, hacendado de Cimarrones, se unió a Narciso López cuando éste desembarcó en Cárdenas en 1851. En aquellos años no fueron pocos los cubanos oriundos de esta zona que conspiraron contra el colonialismo español y durante la Guerra de 1895 se hizo notoria la presencia mambisa en sus alrededores con incontables hechos de armas y otras acciones.

Alfredo Nodarse Nodarse, nacido en Cimarrones en 1869, alcanzó el grado de Teniente Coronel del Ejército Libertador y se destacó, entre otros, en los combates de Mal Tiempo, Coliseo, Calimete, Diana, Guamacaro y Río de Auras a las órdenes del Generalísimo Máximo Gómez Báez y a las de su Lugarteniente General, el Mayor General Antonio Maceo Grajales.

Colosal monumento al Apóstol José Martí en la Plaza Cívica (llamada Plaza de la Revolución), en la ciudad de La Habana. Obra magistal del escultor carlosrojense Juan José Sicre Vélez.

Hijos de este pueblo son personalidades relevantes de la cultura nacional, entre ellos: Juan Bruno Zayas Jiménez (1825-1895), brillante médico que perteneció a la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana; Ricardo del Monte y Rocío (1828-1909), publicista y crítico eminente; Casimiro del Monte y Portillo (1838-1887), poeta, literato, ilustre intelectual; María Collado, (1886 – ?), notable escritora y periodista; el famoso escultor Juan José Sicre Vélez, (1898-1974), del cual sobresalen entre sus obras el Monumento al Soldado Invasor levantado en Mantua; el extraordinario monumento a José Martí en la Plaza Cívica (después llamada Plaza de la Revolución), y el busto a Simón Bolívar en la Plaza de la Fraternidad en el parque de igual nombre en la ciudad de La Habana.

Hasta el presente, muchos otros sobresalen como maestros, médicos, intelectuales, deportistas y en otras esferas. Pero son muchísimas más las personas sencillas y humildes, trabajadoras, que de manera callada y anónima aportaron, aportan, engrandecieron y engrandecen las riquezas materiales, morales, espirituales, patrióticas y religiosas  de Carlos Rojas.

En sus fértiles tierras regadas por varios ríos se criaba ganado,  producían con abundancia viandas, arroz, frutos menores y mucha caña de azúcar que se molía en los Centrales Carolina (Granma) y Santa Amalia (Victoria de Yaguajay), ambos en la actualidad desarmados o desactivados, como la gran mayoría de los Centrales Azucareros de la República de Cuba. Años atrás mi país fue el principal exportador de azúcar del mundo y paradójicamente, desde hace algún tiempo, importa el dulce producto para abastecer precariamente el consumo nacional.

Vista de la calle Real o Martí en 1947. A la derecha el parque. Nótese que las calles no están aun asfaltadas. Foto de Así era Matanzas.

La población se triplicó según los datos censales entre los años 1899 hasta 1953. La información pública disponible de los censos más recientes  no se desglosa, abarca en su conjunto a Jovellanos. De cualquier modo  presumo que en la etapa más reciente este crecimiento sea mucho más lento, pues es la tendencia general en el desarrollo de la población cubana según los reportes oficiales.

Croquis del centro de Carlos Rojas. Elaborado por el Autor para queridatierra.wordpress.com. (Hacer Click sobre la imagen para ampliarla).

Carlos Rojas tiene muy buenas comunicaciones terrestres. Enlaza hacia el el norte, por carretera, después de pasar por el caserío de San Joaquín, con el antiguo Central “Progreso” (“José Smith Comas”), que también está desactivado y según la clasificación oficial se utiliza como museo. De ahí se toma el Circuito Norte y enseguida se llega a Cárdenas, de inmediato tenemos a Varadero. Es un recorrido total de unos 30 kilómetros. Hacia el sur, también a través de vía pavimentada, muy cerca está  Jovellanos y ahí enlaza con la Carretera Central hacia todo el país. Cuenta con otros caminos en buenas condiciones que lo unen a diferentes bateyes y caseríos como Olimpo, San Pablo y Tosca. Muy cerca, hacia el oeste, se construyó un embalse que represa las aguas de algunos ríos que corrían libremente por la zona. Desde la segunda mitad del siglo XIX está unido por ferrocarril a Cárdenas y Jovellanos.

Es otra vista de la calle Martí en 1947, ahora desde la salida que va a San Pablo mirando al centro del pueblo. Foto de Así era Matanzas.

Es un pueblo muy parecido a incontables sitios del interior del país. Muchas de sus casas tienen paredes de madera o de piedra de canto o ladrillo unidos por mezcla de arcilla y arena, con techos de alto puntal cubierto de tejas.  Algunas con paredes de concreto y techo de placa. Abundan las viviendas con amplios portales.

En la calle José Martí. A la izquierda de la foto la oficina de Correos y Telégrafos y al lado el Policlínico. A la derecha, el Parque. Foto Abril 2010.

Antes de 1959 la mayoría de sus calles estaban asfaltadas. En la parte central de la villa se destaca la que se nombrara Martí y antiguamente se le llamara calle Real; a sus orillas el parque y varias dependencias y establecimientos, entre ellos, la Oficina de Correos y Telégrafos y al lado el Policlínico, el Liceo o Círculo Social, la Farmacia de Cabrera, las bodegas de Martiniano y la de Fraga, la Iglesia Bautista,  la carnicería de Omar Jiménez, así como numerosas casas de familias.

En la calle Máximo Gómez. Una vista en dirección al norte. Foto Abril 2010

Le sigue en importancia la calle Máximo Gómez. En ella se localizaron, entre otros,  el Juzgado, la Jefatura de la Policía, el Bar de Cano, la carnicería de Papito Terán, la quincalla de Jorge Chaluja, los salones de la Logia Mazónica, el Cine viejo (desaparecido) y el nuevo (aun existe). Una de las aceras a orillas del parque da a esta calle y

La imagen es totalmente diferente. Allí vivió la familia Nodarse-Jiménez. Foto Abril 2010. 

en el # 79 de la misma, en humilde casa de madera y techumbre de tejas, vivieron por años los Nodarse-Jiménez; otras familias habitaron o habitan las múltiples casas situadas a los lados de esta vía.

Es la intersección de Martí y Máximo Gómez, se observa el Comedor Popular. Foto de Internet.

En la esquina sureste del cruce perpendicular de Martí y Máximo Gómez, casi frente al parque, estuvo el Bar de Paquito. En la esquina noroeste existió la Tienda de Ropa de los hermanos Chaluja, destruida por voraz incendio un día de los años finales de la década del 50. Este hecho provocó gran conmoción y puso en peligro a las casas colindantes aunque no causó otros daños. En ese espacio se construyó posteriormente una entidad gastronómica que se denominó Comedor Popular.

El parque en el centro del poblado de Carlos Rojas. Foto Abril 2010.

Un lugar que aprecian los carlosrojenses desde hace muchísimos años es el hermoso parque de que disponen en el centro del pueblo, con el busto al Apóstol José Martí , el pequeño obelisco dedicado a las Madres y numerosos bancos que disfrutan la sombra de sus frondosos árboles. Es un sitio bonito,  agradable, tranquilo. Lo solía visitar acompañado de mi novia.

Conocí este pueblo siendo niño. En ocasiones me llevaron de visita a la casa de tía Pampa – Esperanza Marín, hermana de mi abuela paterna – quien vivíó allí junto a su esposo Guillermo «Mito» Nodarse; recorrí las orillas del río Cimarrones de pesca junto a mi padre, aunque casi siempre sólo atrapábamos un entretenido cansancio.

La foto fue tomada desde un vehículo en marcha. Se observa el puente del ferrocarril en el tramo de Carlos Rojas a Jovellanos. Foto Abril 2010.

Como excepción, recuerdo la vez que tiramos los anzuelos bajo el puente de la línea del ferrocarril, muy próximo al que pasa por la carretera en el tramo entre Carlos Rojas y Jovellanos, y tras un buen rato en el que mi padre y mi primo Alfredito – que nos acompañaba en esa oportunidad –  me llamaran a media voz varias veces para decirme – te están picando… te están picando –  me vi obligado a reponer la carnada hasta que en una de esas tiré fuerte de la vara y pesqué una guabina, hecho que me puso muy contento. También estuvimos de cacería en fincas de los alrededores. Posteriormente mis visitas se multiplicaron.

… La vi por primera vez en el estadio de pelota de Jovellanos, cuando formó parte del grupo de batuteras de una banda de música de las escuelas de Carlos Rojas en un desfile estudiantil por el natalicio del Apóstol José Martí. Después la conocí y conversamos cuando paseaba junto a una amiga por las calles de mi pueblo. Nos enamoramos; nos hicimos novios cuando ella sólo tenía trece años de edad. Entonces, con el consentimiento de sus padres, cada vez que tenía oportunidad la visitaba. Después nos casamos y es la magnífica madre que me dio a nuestro hijo, lo más querido. Es la amante esposa que me acompaña en las buenas y en las malas hace más de cuarenta años.

Ella, sus padres y hermanos, son de Carlos Rojas. Una gran familia: los Nodarse Jiménez. Mi suegra fue una mujer excepcionalmente dedicada a sus hijos, a sus nietos, a su hogar; persona en extremo trabajadora, noble, cariñosa y buena; siempre me recordó con sus acciones a mi propia madre. Tuve el privilegio de ser su yerno más joven y me favorecia en todo, especialmente en los consejos que daba a Iris, mi esposa, la menor de todos sus hijos. Fue además, una abuela que dedicó muchos esfuerzos y atenciones para que a su nieto Jorgito no le faltaran alimentos en la Habana.

Ignacio fue un padre sabio y dedicado por entero a su familia. Como suegro se mostró cordial y al tanto de todo cuanto pudiera hacer por mi. Recuerdo que estando yo  en el ejército, al salir de pase visitaba a su hija en Carlos Rojas. Al término del breve permiso, al regresar, invariablente ella me entregaba, a pesar de las escaceses que padecíamos, un paquete que contenía un enorme pudín. Pensé que era Zoila la que lo preparaba, pero al cabo del tiempo supe que quien se tomaba ese trabajo, por propia iniciativa, era Ignacio. Pudines tan sabrosos como aquellos, hasta hoy, no los he vuelto a probar.

En verdad no quiero mejores suegros que Zoila e Ignacio. Tampoco quiero mejores cuñadas que Irma (Mimí), Iraida (Yaya) e Isora; y no quiero mejores cuñados que Ignacito, Israel (Lalo), Ismael (Tatica), Ibraim, Ibel, Iván y Manolo. A todos ellos, los hijos de mis queridos suegros, los admiro, entre otras razones, por su fuerte apego a la familia y por el noble y generoso corazón que heredaron de sus padres. Iris es la réplica de su mamá y es el amor de mi vida.  Me enorgullece formar parte de esa familia.

La estación de ferrocarril de Carlos Rojas. Construida en las primeras décadas del pasado siglo. Foto de Internet.

El corto viaje de Jovellanos hasta Carlos Rojas casi siempre lo realizaba en la guaguita de los Azpeitia. La esperaba frente al Hospital o al terminar la Alcalá, a unos pasos de la línea del ferrocarril, los dos puntos más cercanos a mi casa en aquel tiempo. Su pintoresca imagen al aparecer en la lejanía y al acercarse escuchar el peculiar sonido de su motor de petróleo, me causaban alegría. Otras veces cogí algún carro de alquiler que al pasar tenía espacio libre. También me fui en tren, en botella y en bicicleta. Regresaba en la última guaguita y cuando se me iba, trataba de conseguir carro de alquiler u otro vehículo. Alguna vez me fui a pie y confieso que en una oportunidad encontré un caballo amarrado a una cerca a la salida del pueblo y lo tomé prestado. Lo solté al llegar a Jovellanos; eso no estuvo bien.

En aquellos tiempos recuerdo al timón de la guaguita de los Azpeitia a Rafael Fuentes y a su hijo Rafelito, a Puto y a Ñico Guagualoca (apodos en ambos casos, me disculpo por no conocer sus nombres). Los  choferes o dueños de los carros de alquiler con los cuales viajé infinidad de veces fueron Cangreja, Pescaíto, Mañengo y Marrú (de igual modo me apena no saber sus nombres).

Es mucha la gente buena que de una u otra manera conocí en Carlos Rojas. Aunque son más, sólo citaré  los nombres que recuerdo: Alfredo Alvarez, Olguita Carbot, Armanda Curbelo, Daysi Chaluja, Roberto Denis, Maria y Mario Estábil, Pedro Finalé, Mercedes Galloso, Carlos Rodríguez, Papito Terán, Armando Santurtún y Osvaldo Valencia.

Con razón alguna vez escuché decir que Carlos Rojas era el norte de Jovellanos o Jovellanos el sur de Carlos Rojas, porque ambas localidades estuvieron continuamente muy compenetradas en todos los órdenes. De este pueblo y su territorio, de su historia, de sus habitantes, de su quehacer cotidiano, hay mucho más que contar.

Carlos Rojas fue, es y siempre será, el más cercano y querido vecino de Jovellanos,  parte esencial de mi querida tierra.

* Viene de la palabra «cimarrón», la cual se emplea para llamar al esclavo fugitivo que se refugia en los montes en busca de libertad.