Rápidamente Jovellanos se convirtió en importante nudo ferroviario. El rústico y pequeño establecimiento creado en los inicios para facilitar la carga y descarga de mercancías y el embarque y movimiento de pasajeros dio paso a la inauguración en 1914, al finalizar la calle Rabí, unos 100 metros al norte después de pasar la calle Martí – Real -, de una moderna estación de trenes diseñada y construida con los requerimientos y recursos más avanzados de la época, dotada de magnífica edificación con salón para viajeros, local para la venta de boletines, sala de comunicaciones telegráficas, locales para enviar y guardar paquetes – servicio ofrecido al público a través del ferrocarril – y baños para damas y caballeros; partiendo de este inmueble, a orillas de las vías principales se erigieron amplios y alargados andenes levantados sobre sólida base de hormigón, con columnas y vigas de acero para apoyar el extenso techado metálico a dos aguas que facilitó el movimiento de pasajeros, mercancías y paquetes, y su protección del sol y las inclemencias del tiempo.
Esa estación dispuso de líneas y ramales auxiliares con un sistema de
señalización manual para asegurar la afluencia y espera de los trenes con sus convoyes de numerosos coches, el enroque y cambio de dirección, el dar paso a otros o incorporar más vagones a los mismos.
En sitios convenientes se ubicaron casetas con el personal designado para detener o cambiar la dirección de los trenes mediante la conmutación de las agujas o chuchos, y garantizar la seguridad al paso de vehículos y peatones en los cruces o lugares de coincidencia de las vías ferroviarias con caminos, carreteras y calles.
También se levantaron naves o depósitos destinados al almacenaje y la carga y descarga de mercancías y se crearon locales destinados a los equipos de mantenimiento y limpieza de vías. Además, se construyó un taller de reparaciones bien equipado y se habilitaron líneas auxiliares para la Fábrica de Jabón de La Gravi y otra a la Fundición.
Al poco tiempo, en céntrico espacio de la estación, se edificó una pintoresca cafetería que entre sus variados productos a la venta, alcanzó fama por la oferta de <<Las mejores costillas de puerco empanizadas de Cuba>>. Ese no sólo fue su slogan publicitario, expuesto en un gran letrero en la parte superior del centro gastronómico, pues la indiscutible calidad con la que preparaban ese plato, disputado por los viajeros que apresurados se lanzaban desde los coches en las breves paradas de los trenes para comprarlo, comerlo ávidamente y llevar para sus acompañantes, lo confirman sobradamente; no pocas personas de la propia localidad también acudían para adquirirlo. A mi pueblo se le conoció, entre otras muchas cosas buenas, por las sabrosas costillas de puerco de su estación de trenes.
A mediados de la década de 1970 se emprendió la llamada modernización del sistema de ferrocarriles de Cuba mediante la cual el gobierno se propuso reparar y reconstruir una parte del Ferrocarril Central en el tramo La Habana-Santiago de Cuba con el objetivo de que circularan trenes con velocidades de hasta 140 kilómetros por hora, con novedosa tecnología y altos niveles de seguridad en su operación. Sin embargo, según reconocen los propios gobernantes y la prensa cubana, el estado y el nivel de funcionamiento actual de los ferrocarriles y sus vías férreas distan de alcanzar aquel objetivo.
Aquella modernización llegó a Jovellanos; incluyó, entre otros aspectos, trasladar un kilómetro hacia el norte las vías del Ferrocarril Central que pasaban por dentro del pueblo para tenderlas por las inmediaciones de Madan, lo que obligó a construir un elevado o paso a nivel superior para permitir el tránsito de la carretera que conduce a Carlos Rojas, abandonar la magnífica e histórica estación o terminal de trenes y edificar una nueva, con sus vías de enroque y otras instalaciones a similar distancia, al este de la localidad. Uno de los objetivos logrados con esta modernización, hasta el día de hoy, ha sido el añadir dificultades a los viajeros que requieren embarcarse en este importante medio de transporte, junto a sus equipajes, para llegar hasta la alejada terminal, y de igual modo, para quienes vienen de viaje, el trasladarse desde este punto hacia el pueblo. Por supuesto también desapareció aquella Cafetería con la oferta del plato que la hiciera famosa.
Pero no sólo eso, para asombro de los jovellanenses y de muchas otras personas, la vieja e histórica Estación de Trenes de mi pueblo está totalmente en ruinas y allí reina la desolación.
Tal parece que tan memorable rincón de mi pueblo fuera blanco del supuesto y tantas veces anunciado << golpe aéreo masivo de la aviación enemiga >>. Estas instalaciones quizás pudieron emplearse en algo útil para la economía local. Pero por encima de todo, este lugar se debió cuidar y venerar, su deplorable estado es otra muestra de como se subestima y se atenta contra nuestra rica historia.
OTRAS IMAGENES.
Continúa en próximo artículo.